HABITAR LA DIFERENCIA: INFANCIAS LIBRES
–¿Puedo preguntarte otra cosa más? —dijo Atreyu, reanudando la conversación. Ella asintió sonriendo.— ¿Por qué sólo puedes ponerte bien si recibes un nuevo nombre?–
Sólo su verdadero nombre hace reales a todos los seres y todas las cosas —dijo ella—. Un nombre falso lo convierte todo en irreal. Eso es lo que hace la mentira.
Michael Ende. La historia sin fin, 1979
Por María José Perez Biasco (☆) y Victoria Basso (☆☆) | INESI
No recuerdo en mi infancia algo que haya escapado a la norma o categoría. Todo me resultaba raro, como fragmentado. Pero no hubo espacio para poder decirlo. Y así, me fui acostumbrando, con una tristeza enorme, a buscar la manera de “encajar”.
Claramente no se logra, porque lo diverso es un germen potente que va echando raíces y ramificaciones por dentro. No se puede negar, no se puede contener. Fui mirando el mundo, sin sentirme parte, y con una introversión compleja y angustiante. Mi infancia fue un sinfín de cuerpos y mentes hegemónicas que volvieron silentes a cuerpos y mentes diversas, transformándoles en in- significantes.
¿Qué modo de vida es aquel que niega la diversidad? ¿Por qué nos abocamos a perder la inmensa energía y belleza de lo diferente? ¿Quién dice lo que es “normal”’? ¿Qué es “ser normal”’? ¿Quién/quienes nos han hecho creer que lo diverso es amenazante? ¿Por qué negamos la inmensidad que nos constituye? ¿Qué es lo más importante en mi vida y en la vida de mis hijas e hijos?
En el mes de la niñez o la infancia creemos que son preguntas necesarias que necesitamos poder desandar.
Quizá quienes tenemos algunos años podemos explicar que nuestra crianza y educación siempre fueron muy binarias con roles marcados donde nunca terminamos de encajar del todo: Nunca se era lo suficientemente señorita, ni lo suficientemente aplicada, ni lo suficientemente educada. En muchas ocasiones no pude construir desde mi deseo de hacer algo de otro modo distinto, siempre estaba latente la posibilidad de un reto por machona, marimacho o estar haciendo “cosas de varones” o simplemente porque “eso así, no se hace”.
En mi infancia no existía el espacio para la diferencia, ni para la niñez por fuera de lo esperado, mucho menos a pensar la posibilidad de ser otro, otra, de constituirse a sí misma/o como persona. Muchos años, lecturas, charlas, debates y sobre todo mi formación académica de medicina, con la que discutí tanto, me llevo a comprender que la diferencia es constitutiva e indisociable de todo ser. No somos sino en esa diferencia que me destaca, me hace única e irrepetible.
Quizá por eso decidí dedicarme a la Pediatría, por la particularidad que la infancia representa: desde el nacimiento comenzamos a existir (con todo lo complejo y profundo que significa) gracias a la mirada de quien me cuida. Funciona como un espejo. ¿Pero…qué me devuelve el espejo que observo? ¿Quién está delante mío? ¿Está? ¿Me contienen y me abrazan esos ojos?
Las infancias todas, merecen ser felices porque forman la base de nuestra vida y las personas trans que conocemos solo de adultos/as/es, tienen una infancia que merece ser reconocida, querida y valorada como tal.
La identidad de género es la forma en la que nos sentimos, la vivencia personal, interna e individual respecto al género. Cómo me siento y me autodetermino. No está condicionada ni determinado por el sexo biológico. Es una construcción, un devenir de factores culturales, sociales, familiares, económicos y personales.
Se comienza a definir en la primera infancia, pero muchas veces por temor a compartirlo, al miedo a lo que nos dirán, pensarán o restringirán, queda recluida y silenciada. La identidad de todas las personas puede variar, no es estática, como no lo es nada en la naturaleza. Ningún ser humano nace con una predisposición o atracción sexual ni con una identidad definida, por más nombre elegido, ropa de color o juguete regalado; sino que nos impulsa el placer y el objeto de ese placer, puede ser aleatorio, puede variar, puede ser múltiple.
Debemos entender que nuestras vivencias no son universales, sino particulares y únicas, lo que nos pasa, no le pasa a todo el mundo, lo que me gusta, no le gusta a todo el mundo, lo que soy, no es lo que todo el mundo es. Por lo tanto, mi experiencia de vida, no puede ser parámetro de la vida de les demás. En este vaivén en el que vamos formando nuestra historia y construyendo la historia en el mundo, hemos olvidado que lo importante es el amor.
El apoyo de las familias tiene un importante impacto en la salud física y mental de les jóvenes trans. Muchas veces somos les pediatras quienes tenemos el primer contacto con la familia y sabemos que pasan por situaciones angustiantes, donde no saben cómo acercarse, no entienden que pasa, hay dudas o dificultades en el diálogo y ahí es cuando es necesario buscar ayuda. Pero no me refiero a “ayuda” a modo de tratamiento, porque no hay nada que “tratar”, sino que acompañar, es un sentir, una vivencia y es un desafío para las familias comprender que sucede.
La escuela suele ser otro lugar de institucionalización y demarcación de las diferencias sexuales y de género. Muchas veces allí se hace más notoria la discriminación. No se comprende la necesidad de sus juegos y manifestaciones, de sus pensares y sentires y a veces equivocadamente se quiere forzar la personalidad. Por esto es fundamental la Educación Sexual Integral en todos los ámbitos de convivencia, tanto como espacio específico, como de forma transversal al contenido curricular. Porque la ESI enseña que diferentes somos todes y eso nos hace hermoses, que hay otros modos de ser, de jugar, de construir, de pensar, de amar y que todas esas formas tienen lugar en este mundo.
Educar para la diversidad es un desafío dentro de las escuelas, pero sabemos que la importancia de lo que decimos resuena en la historia de vida de muches. La ESI es una dialéctica entre saberes que teje nuevas redes desde donde encontrarse, aprender, descubrir mirar y nombrar mucho de lo que acontece en la infancia. Es un espacio de aprendizaje y de conocimiento que no se da de forma vertical como estamos acostumbrados a “aprender” sino de modo horizontal y eso cuestiona esto del status quo que sostiene muchas relaciones pedagógicas. Ese modo de trabajo fue clave para pensarme en el aula, porque era lo mismo que me molestaba de cuando fui estudiante, cada cual tiene un saber y un aporte que vale, tanto como el del resto. Los conocimientos evolucionan, los autores cambian sus perspectivas, nada está dado de una vez y para siempre.
Pensarnos en este oleaje de ida y vuelta y de modo integral como un resultado de múltiples factores que no nos limitan, sino por el contrario, nos potencian es uno de los aprendizajes más impactantes que tiene la ESI, porque nos permite visualizarnos desde el motor del deseo que nos impulsa a ser y no a padecer.
A veces los cambios dan miedo, porque lo que no conocemos se nos hace imposible, pero les debemos a las nuevas infancias la posibilidad de ser amades, la oportunidad de exisitir en un tiempo de cuidado, comprensión y afecto. Volvamos a mirarnos, amar la diferencia, celebrar lo diverso que habita y late en cada une.
Mirar el mundo, las relaciones, las personas de un modo más igualitario y justo es nuestra tarea pendiente.
Volvamos a amar la vida que es un constante cambio colorido y vertiginoso.
☆ María José Pérez Biasco es Médica Pediatra y parte del Equipo Inesi
☆☆ Victoria Basso es Docente de ESI, Comunicadora Social y parte del equipo INESI