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día mundial de la salud

Por Carolina Comaleras* | INESI

El 7 de abril se conmemora el Día Mundial de la Salud, efeméride sanitaria proclamada en 1948 por la Asamblea Mundial de la Salud en conmemoración a la fundación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuyo objetivo es alcanzar para todos los pueblos el máximo grado de salud. Desde 1950 se festeja y anualmente se escoge un tema que esté basado en las necesidades y sugerencias que realizan los Estados miembros.

En el Preámbulo de la Constitución de la OMS, se define a la salud como «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Hoy ésta definición cobra una vigencia absoluta.  ¿Qué responderíamos si nos preguntaran que entendemos por Salud? Las respuestas serían tan diversas como las personas, porque la salud se corresponde con ideas diferentes, intervienen conocimientos, costumbres y creencias, normas y valores, formas de producción y lenguas. Por eso la salud no es un concepto particular ni estático, sino una construcción sociocultural relativa a cada momento histórico y a las diferentes culturas.

Si consideramos que la enfermedad se puede definir como un desequilibrio entre lo físico, lo psicológico, lo social, lo económico, lo afectivo, lo comportamental, lo cultural, lo ambiental, con distinto grado de afectación e intensidad podemos afirmar hoy que el mundo está enfermo y nosotres con él pero de una manera muy desigual e inequitativa. Todes navegamos en un mar de incertidumbres, nos hemos adentrado en una experiencia global inédita y lo hacemos, en sentido figurado, en distintas embarcaciones, algunes aferrados a una rama, otros con botes sin remo, otres con dos remos y chalecos salvavidas, otros cómodos en veleros ultramodernos y otros en embarcaciones lujosas.  Pero todes estamos en las mismas aguas, sin saber cuánto durara la travesía/tormenta, cuando y cómo pisaremos tierra firme, suponiendo que ésto sea saludable para nuestras futuras vidas.

El mundo padece una enfermedad inédita que se extendió en forma de pandemia y en apenas tres meses, la capacidad sanitaria de respuesta ha sido desbordada, sorprendida, colapsada. Todas las personas podemos ser habitadas por un virus desconocido y sólo podemos implementar, en este siglo XXI, estrategias de prevención como la cuarentena que data del siglo XIII, sumado a algo tan básico y universal como lavarnos las manos.

Asistimos a una inagotable analogía de la pandemia con el uso de lenguaje bélico sobre la que creemos hay que prestar atención: “guerra”, “enemigo silencioso”, “invasión” “trinchera” “héroes”, “amenaza” “arma biológica”, “luchar”, “batalla” “estrategias” que habilita a pensar que hay que salvarse como sea y lleva a pensar que “hay un otre” responsable de sacarnos de ésta “guerra” u otre culpable de mantenernos en ella. Aparece entonces la discriminación y el estigma para opinar y juzgar con severidad a quien es extranjero, a quien volvió de viaje del exterior, al médique o enfermere ,que vuelve del hospital a su casa y es señalado por la vecindad, como transmisor del virus.

Al mismo tiempo ésta lingüística imprime miedo, angustia, pánico y podemos sentirnos muy ó más vulnerables y por consiguiente inermes frente al “enemigo”.
Esta pandemia llega de la mano de otra pandemia: la sobreinformación, definida por el Secretario de la OMS como “infodemia”, una catarata de mensajes poco confiables, maliciosas o falsas que aumentan el pánico, la angustia o promueven conductas incorrectas y que circulan por todos los canales de comunicación. La información de fuentes confiables y científicas se hace esencial, por lo que ha sido necesario diseñar y presentar la plataforma Confiar, que permite verificar la información recurriendo a fuentes oficiales, datos, hechos, voces autorizadas e investigaciones científicas. 

Al simultáneo, casi como contra cara, aparecen miles de recomendaciones online de usar alcohol en gel, de cómo lavarse las manos, de no tocarnos la cara, nariz, ojos, de si debemos o no usar barbijos, de cómo fortalecer el sistema inmunitario, miles de recetas de cocina, clases de yoga y ejercicios físicos, recitales, convocatorias para aplausos, ruidazos, cadenas de oración, películas y libros para descargar, clases virtuales para la población escolar, cientos de historias graciosas, fotos con miles de experiencias cotidianas y ni hablar de la enorme producción de memes.
Y todo esto, en definitiva, no es más que la enorme necesidad de seguir siendo seres sociales, de estar comunicades, de estar en contacto en épocas de no-contacto, de saber “algo” de otres y eso es un valor en sí mismo que tenemos que redimensionar, porque la salida de esta pandemia  debe ser lo más humana y colectiva posible.

Este nuevo tiempo nos impone de manera global, desaprender hábitos, conductas y costumbres y aprehender otros rápidamente. Dejar de Abrazar, de saludar con un beso, aplicar el distanciamiento social, implementar la higiene de manos varias veces al día, cumplir el aislamiento obligatorio y otras. No es fácil aprehender, es decir internalizar y poner en práctica ésto que es tan nuevo y al mismo tiempo vital. Para muchas personas vivir solas es una elección, hacen uso de su autonomía para el día a día. Ahora están/mos obligades a vivir soles o en compañía las 24hs durante 7 días y eso nos ha cambiado la vida.

Es imposible saber con seguridad lo que nos deparará el covid-19 y cuándo llegará su final. Lo que sí intuimos es que nuestras vidas van a cambiar para siempre.

El virus no tiene la voluntad para habitar a unes y no a otres, tampoco es inteligente como se ha dicho, no tiene conciencia, así que todas las personas podemos resultar infectadas e infectar a otres aún sin síntomas. Bien sabemos que afectará con mayor virulencia a les más vulnerables y a les que están en grupos de riesgo, pero, ¿quién de nosotres no está cerca de alguno de elles?

Por eso tenemos que comprender que al aislarnos realizamos un acto muy solidario y transversal, para ayudar a disminuir la circulación del virus, porque si no lo hiciéramos enfermaríamos miles al mismo tiempo y entones el sistema de salud implosionaría.  Aplanar la curva significa precisamente éso, se trata de disminuir o mitigar la transmisión del COVID-19 y darles tiempo a los hospitales de asumir el pico de demanda.

En esta fecha y más que nunca, valoramos nuestra Salud Pública, valoramos al equipo de Salud que nos está cuidando, y a quienes también sin ser del equipo de salud ejercen tareas de cuidado. Elles están muy lejos de ser héroes o heroínas, son personas que ponen su vocación y compromiso al servicio de los demás a quienes no conocen, que se exponen al virus, que tienen el mismo miedo y preocupación por sus familias que cualquiera de nosotres, que duermen poco y hacen mucho. A elles un enorme aplauso y reconocimiento siempre.

Este 7 de abril, participemos con un mensaje, un cartel, una frase, difundamos por las redes y adornemos nuestras ventanas o balcones con la iniciativa. Porque la salud como la solidaridad, es colectiva.

*Carolina Comaleras es Licenciada en Obstetricia y parte del Equipo Inesi

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