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¿Por qué es importante hablar de vejeces?

Porque todes tenemos ese momento de la vida en el horizonte. Porque necesitamos re/ construir los lazos de cuidado más allá de las jerarquías de lo establecido: expandir las nociones de familia, habilitar el autocuidado y la autonomía, extenderlas a los vínculos de amistad y habilitar los intercambios intergeneracionales: aprender que el deseo no tiene edad, y que las cuerpas están para ser vividas y disfrutadas; por todo eso, hoy vamos a hablar de vejeces.

Hace poco más de un año la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió la estigmatización de las personas mayores como EDADISMO: estereotipos, prejuicios y la discriminación contra las personas debido a su edad. Por estos lados, la Defensoría del Público en conjunto con el PAMI (Programa de Atención Médica Integral) decidieron llamarlo “viejismo” y lanzar una campaña reflexionar sobre los prejuicios y los estereotipos que circulan en torno a la vejez, resaltando las contribuciones de las personas mayores a la sociedad.“No al viejismo” pretende visibilizar a las personas mayores como sujetos de derecho y convocar a la sociedad a sumarse a esta iniciativa.   En una entrevista publicada por el medio online http://www.enperspectiva.com.ar/no-al-viejismo-3/  Miriam Lewin, titular de la Defensoría del Público, explicó que “(…) estamos en contacto con especialistas que trabajan para deconstruir prejuicios muy arraigados en temas de vejez. Por eso en la campaña “No al viejismo” nos enfocamos en el lenguaje y las expresiones estigmatizantes. Por ejemplo, se denunció el uso generalizado de “abuelo o abuela” para referirse a todas las personas mayores, o se identificó una mirada tutelar que las construye como objeto de cuidado y de lástima en vez de como sujeto de derechos.”

Otro dato importante a tener en cuenta es que en los monitoreos de noticieros televisivos hechos por la Defensoría en CABA, entre 2016 y 2019, se señala que en las noticias referidas a personas mayores, había dos tipos de representaciones dominantes: como jubilados o jubiladas, o como víctimas de delitos.

 Un temón es la independencia económica, que sabemos que es clave para vivir vidas vivibles, sobre todo para aquellas que realizaron siempre trabajo reproductivo ni pago ni reconocido; quiero decir que “llegar a viejes” de forma digna y segura y feliz también es un privilegio: decía, hace poco, la mamá de una niña trans, “mi sueño es que llegue a vieja”. Lxs trans que pasan los cuarenta son, en este país, una rareza estadística. La lucha por el respeto a las vidas diversas (las que nos salimos de la heteronormalidad) es diaria y la visibilización de ellas y ellos también. La gran Ileana Manucci, en una nota de Periodicas, recupera a la pareja de tortas mayores que nos mostraron cómo es ser torta, vieja, amante y militante, Norma y Cachita. Durante sus más de 30 años compartidos, crearon espacios para vivir con otres: decía Norma, hace un par de años: Ojalá llegue el día en que podamos ir a cualquier centro de jubilados y no sentirnos como si fuéramos raras.(…) donde podemos compartir nuestras experiencias y sentir que no somos las únicas a las que les pasa. Somos como una familia”. En particular, en el caso de las viejas, la menopausia -como también la menarca, la primera menstruación- está llena de mitos, vergüenzas, silencios y tabúes.

La primera psicoanalista que teorizó sobre la menopausia en 1945, Helene Deustch, la describía así: como una pérdida simbólica ligada a la interrupción de la función reproductiva. “Las mujeres que se muestran felices en la menopausia son anormales, no femeninas y vergonzantes”, sentenciaba. En este nuevo siglo, la industria cultural empezó a dar pequeños pasos en términos de visibilidad de otros modos de vejez, que rechazan ese pensamiento, aún dominante: en ese aleph que es Netflix podemos encontrar dos productos que marcan un cierto cambio de época:  una serie que se llama como sus dos protagonistas: Grace and Frankie. Ambas interpretan a dos mujeres maduras que descubren que sus respectivos esposos son amantes y por ello se ven obligadas a vivir juntas en la casa de la playa que ambas parejas compraron años atrás. Son dos mujeres de más de 70 (encarnadas por Jane Fonda, ícono de la lucha contra la guerra de Vietnam y de los aérobicos, – gugleenla- y de Lily Tomlin, torta, activista, comediante y una grosa en general: la actriz nunca ocultó que era lesbiana y lleva casi 50 años con la misma pareja). Las actrices tienen 81 y 79 años, respectivamente. Un gran acierto de la serie es poner en foco en el deseo (vital y sexual) de mujeres que la sociedad ve inútiles o “improductivas”. Y más importante aún, acentuar el valor de esa amistad compañera que van construyendo, a contramano de lo esperado. Digamos también que, en esa línea, para nuestras abuelas y en menor medida quizá para nuestras madres, el deseo es uno incómodo y negado. A la vez, sus ex -que se terminan casando- son tan “adultos mayores” como ellas. Y los cuatro forman un raro equipo que en cada capítulo cuestiona la idea de que la vejez es el acabose. Recupero estas historias por su excepcionalidad: cuántas historias de amor o de sexo de personas mayores, vistas en forma positiva y no vinculadas con la enfermedad y el deterioro podemos recordar? La otra recomendación es El agente Topo, película documental chilena que sigue la “investigación” de un señor mayor dentro de un geriátrico: el acierto permanente en el registro de los vínculos de las (sobre todo) mujeres que comparten ese espacio de modo respetuoso es muy notable.

Eso me lleva a pensar una vejez comunitaria. En la búsqueda de experiencias,  me encontré con Sueños de Mariposas, un movimiento que hasta su fallecimiento, fue arengado y gestionado por Alicia Caf, una jubilada de 67 años que fue la que inició esta construcción colectiva mientras buscaba resolver una angustia personal. Para expresar la necesidad de concretar la casa comunitaria, proponen lo siguiente: “Queremos construir desde la participación intergeneracional una casa para nosotras y nos estamos organizando para cumplir ese sueño urgente: lo llamamos cariñosamente Lesbiátrico y lo imaginamos como un lugar en donde haya una biblioteca, un espacio cultural y en donde las lesbianas podamos estar en expresión activa de nuestros intereses, debates, luchas, creatividad y deseo”.

En Montreuil, a las afueras de París, existe una casa comunitaria como la que soñaba Alicia. La Casa de las Babayagas es una residencia de mujeres mayores autogestionada, imaginada por Thérèse Clerc, militante feminista francesa fallecida en 2016. Funciona hace siete años como una “anti-residencia de ancianas”, apelando a la organización colectiva de tareas de cuidado: reparten la gestión del espacio, dictan y toman talleres, y fomentan una vejez activa, solidaria y comunitaria.

Y me voy despidiendo con una invitación: a prestar atención a los micro-viejismos, que como los micro-machismos, circulan todo el tiempo en nuestro decir: “para la edad que tiene está muy conservada”, “es de señora”, “con la edad que tiene ya no cambia más”, “pase, abuela” (a una persona que no es TU abuela), si te duele algo decir “es la edad”, “ya no tenés edad para vestirte así”, “se solicitan menores de 40 para el puesto”.  A ustedes cuáles más se les ocurren?

 

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