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Un eco de todas

Por Jimena Lis González (*), para INESI.

Esta mañana se conoció la noticia: la fiscalía de Nicaragua acusó formalmente al actor Juan Darthés “por violación” a raíz de la denuncia presentada por Thelma Fardín en diciembre de 2018, cuando junto al colectivo Actrices Argentinas, relató el abuso sufrido mientras compartían elenco en “Patito Feo”. La acusación contra Darthés fue radicada en el juzgado Décimo Penal de Audiencias de Managua, ya que la violación fue perpetrada durante una gira en ese país.

En ese fin de 2018, la noticia revolucionó el mundo de la farándula pero también, marcó un antes y un después en la vida de muchas mujeres que se animaron a hablar y a denunciar. En una ola similar a la del #MeToo en el Hollywood de 2017, las redes sociales se poblaron de acusaciones y denuncias contra cientos de figuras reconocidas: hombres de familia, buenos vecinos o de “trayectoria intachable” que ante estas revelaciones se pusieron en la mira de la opinión pública y de la justicia.

Este “fenómeno” se replicó en casi todo el país, adonde aquellas historias escondidas en la vergüenza y el olvido, fueron resonando, multiplicándose, rompiendo en seco y de una patada el secreto de tantas voces silenciadas. 72 horas después de la conferencia de prensa desde el Ministerio de Justicia de la Nación trascendió que la línea que recibe denuncias por abuso sexual infantil pasó de recibir 16 llamadas promedio a 214, es decir aumentó un 1.240%.

Quedó muy claro: la clave es romper el silencio. En esta sociedad que nos ha entrenado para callar y obedecer, la voz de una se convirtió en el eco de todas. Cuando Thelma se animó a hablar públicamente, una red enorme la sostuvo diciéndole “yo te creo”, habilitándole en ese enunciado aquello que tantas veces se le negó (y se le sigue negando) a las víctimas de abuso: que su palabra sea escuchada.

En nuestro país, los números son desgarradores: 7 de cada 10 víctimas menores de 18 años son niñas y el 51% tienen menos de 11 años, y 2 de cada 3 agresores son personas vinculadas al ámbito familiar de la víctima. Además es el delito más impune: se denuncia poco y se estima que sólo en el uno de por ciento de los casos se llega a una condena. En Entre Ríos ese índice constituyen 800 casos denunciados en 2018, y en el 95% de los casos, los agresores son hombres.

Otro aspecto de suma importancia es que las víctimas logran hablar de los abusos sufridos varios años después, cuando logran detectar que esas situaciones en las que se vieron envueltas, fueron abusivas. Porque aunque el imaginario colectivo asocie la violación a la violencia física, es necesario remarcar que en un alto porcentaje los abusos se cometen en silencio, sin mediar fuerza y utilizando mecanismos de manipulación emocional y psicológica. Por eso es tan complejo reconocerlo y ponerlo en palabras. El abuso se da cuando existe una asimetría de poder, desde allí opera sobre las víctimas generando además vergüenza y culpa. Y en este punto es necesario recordar que hay una serie de engranajes sociales patriarcales que respaldan el silencio cómplice y machista: la cultura de la violación avalada por las viejas costumbres y los medios de comunicación, acompañada por la lógica del “algo habrán hecho” se convierten en un combo explosivo que da la espalda una y otra vez a las víctimas. Nada es casual. Ante estos mensajes explícitos, el silencio pareciera ser la única salida.

Hasta que alguien se anima a sacar la voz. Y entonces, se enciende la mecha. Desaparece la vergüenza, se liberan los dolores, y las víctimas se transforman en sobrevivientes.

Resignificar el dolor y transformarlo en lucha es un camino que no todas pueden hacer. Para llegar a ese punto, es necesario seguir construyendo redes de sororidad y contención, instancias que habiliten la palabra, que generen espacios seguros y de confianza en donde refugiarnos, no seamos vulnerables. Tenemos una enorme responsabilidad en modificar las relaciones desiguales, los mandatos machistas, la cultura de la violación y la violencia de género. En este sentido, la implementación real de la ESI se convierte en una salida imprescindible.

Por ella y desde ella, seguiremos construyendo tramas que nos permitan pensar nuevos mundos posibles, mundos más igualitarios, más amorosos, más poderosos y libres.

Celebramos el dictamen de la fiscalía de Managua (Nicaragua) y reivindicamos nuestro compromiso de trabajo en Educación Sexual Integral para seguir construyendo espacios igualitarios, amorosos y libres.

#miracomoluchamos  #miracomonosponemos #EsienInesi

(*) Jimena Lis González es locutora, teatrista, fotógrafa y docente. Forma parte del Equipo Inesi.

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