Skip to main content

1ro del Mayo 2020: otro “Día del “Trabajador” (en masculino  y patriarcal)

Anotaciones para abrir el debate en el contexto del COVID 19

Por María Fernanda Pagura* | INESI

¿A quién saludamos en este día? ¿Qué trazos identitarios tiene el sujeto trabajador? ¿Quién entra en la clasificación y quién queda fuera? Preguntas que por sencillas pueden ser interpelantes, que nos dejan balbuceando nuevos interrogantes porque “LA” respuesta histórica ya está estallada desde y por las luchas y estudios feministas. El contexto de producción sobre las nociones de “trabajo” y sujeto trabajador” es el capitalismo globalizado patriarcal heteronormativo que reconoce como tal el trabajo remunerado, regulado por el mercado desde el universo simbólico de lo masculino. Por lo tanto, nombrar en masculino (trabajador) sigue siendo una reafirmación de la división sexual dicotómica, binaria y jerarquizada que recuerda -todo el tiempo- qué sujeto colectivo detenta el poder. Del capitalismo al lenguaje, a cómo nombramos en lo cotidiano puede parecer un salto al abismo. Puede ser cierto para quien mira el mundo desde una perspectiva fragmentada, sumativa, que divide los fenómenos en parcelas (disciplinares, en universos y dimensiones, en decisiones de politicas públicas según organigramas y programas) y termina creyendo que así operan las relaciones humanas. Para quienes, mirando los fenómenos en clave de relaciones sexuadas atravesadas por la distribución desigual del poder, el capitalismo patriarcal heteronormativo y lenguaje sexista, son hilos de la misma trama discursiva que generan constelaciones diferenciadas en lo local, en cada contexto donde la vida transcurre. Dice Celia Amoros Puentes que “el capitalismo rifa (trabajo remunerado, responsabilidades, reconocimientos, expectativas, etc.)  el patriarcado distribuye (según identidad de género, identidad sexual, edad, raza, discapacidad…).

Por lo dicho, pensar desde la complejidad de la trama implica preguntarnos a la vez, es decir, en todos los frentes al mismo tiempo puesto que la perspectiva de los derechos humanos nos recuerda que no hay jerarquías entre los mismos, entonces hoy hay que garantizar la salud en términos de prevención del COVID, pero nos podemos descuidar la salud sexual y no-reproductiva (¿Cuál es la situación actual sobre la accesibilidad a los métodos anticonceptivos y de prevención de ITS, a la hormonización, al acceso a la Interrupción Legal del Embarazo?). El aislamiento social, preventivo y obligatorio que nos protege de la pandemia en la coyuntura, no dialoga con los estudios empíricos que muestran que la casa es el lugar de mayor vulneración de derechos de mujeres (cis y trans), niñes y adolescentes. Las cifras de femicidios que se hacen públicas nos alertan, pero también proyectan números negros (porque no se visibilizan y porque duelen) sobre lo que no sale de las paredes de la casa: la violencia machista y el abuso sexual infantil (¿Qué pasa con la ESI en las aulas virtuales de todos los niveles y modalidades, de cada localidad y provincias? Aunque también deberíamos preguntarnos sobre la brecha en el acceso a las tecnologías y la comunicación que atentan contra el derecho a la educación). En la misma línea de análisis, el trabajo remunerado (asalariado, registrado, el que tiene valor en en las cuentas públicas) pasó a ser trabajo remoto desde la casa, espacio social donde la división sexual del trabajo (en clave feminista) es absolutamente injusta e inequitativa al recaer en las espaldas de mujeres cis y trans. Hoy más que nunca las mujeres vivenciamos en nuestros cuerpos la injusticia distributiva del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado porque los límites entre ambos tipos de trabajo -habitualmente no observables- se materializan todo el tiempo dentro de la casa (a partir del aislamiento, ¿cuántas horas al día está trabajando cada mujer dentro de su casa? ¿Cómo impacta en su salud integral? ¿Se discute el pacto sexual patriarcal en la vida de familia como nos quieren (de)mostrar las nuevas publicidades?).

Y por último están “les nadies”, diría Eduardo Galeano, que “valen menos que la bala que les mata”, quienes están en los márgenes de los márgenes de las agendas, de las cuentas y políticas públicas, del mundo del trabajo remunerado, subjetividades cis y trans, niñes, adolescentes y adultes. Y si bien esos sus cuerpos no importan, toman valor de mercado cuando se los pone a disposición del placer de otros.

Proponemos sumar el 1ro de mayo como otro día de discusión en la agenda feminista, que invite a la revisión de la injusta división sexual en clave de integralidad, en un diálogo permanente entre la coyuntura y el largo plazo para que el patriarcado se caiga, pero sobre todo, para que dejemos de sostenerlo.

*María Fernanda Pagura es investigadora, extensionista y docente, Fac. Cs. Económicas UNL e Institutos de formación docente Pcia de Santa Fe y parte del Equipo INESI.

Deja un comentario